Adriana Convers es una santandereana que desafía, construye y transforma. Lo hace con muchísimo estilo, pero sobre todo, con un discurso aterrizado y con sentido.

“Nací en Bucaramanga, me crié en el barrio Conucos, en la que sigue siendo la casa de mis papás”, recuerda Adriana con una mezcla de nostalgia y gratitud.
Creció en una época que describe como privilegiada porque tuvo la libertad de jugar en la calle, montar bicicleta con los niños del barrio y vivir una infancia que hoy, por infinidad de razones, parece lejana. Pero también creció en medio del bullying.
Eso sí, tuvo una infancia ‘fashionista’. Adriana Convers, creadora de contenido y referente en moda para mujeres de todas las tallas, es una de esas santandereanas que nos hace sentir orgullosas. Es una mujer que aún cuando no conocía el significado de ‘berraquera’, que se le asigna a quienes nacen en esta región, ya acudía a esa característica para defender quién es y ocupar su lugar en el mundo.
Su madre, oriunda de Guapotá, creció en el campo. Su padre, un bogotano conocedor del mundo, sumó el contraste a su infancia. “Ellos nacieron en una época muy diferente. Si ya de por sí la sociedad santandereana es machista, imagínate hace 80 años. Ambos eran muy diferentes, pero me criaron con amor”, expresa.
Rescata especialmente el amor por la lectura que heredó de su padre y la presencia constante de su madre en casa. “Eso hoy es un lujo”, dice, reconociendo que su infancia fue acompañada y protegida. “Me metieron a todos los deportes, me cuidaban la alimentación. En mi casa el peso siempre fue un tema. Pero yo los entiendo, porque era un juicio externo: de médicos, de nutricionistas, de la gente”. Lea también: Liliana Caballero Rojas: una voz femenina que revoluciona la caficultura en Santander
Con todo ello, su casa era de ensueño. Siempre estuvo rodeada de telas, hilos y botones. Su mamá le hacía los vestidos y siempre había figurines y fotos de vestuario en la casa. Y su padre, en resumen, es su más grande ícono de la moda.
“Él creció con esa necesidad de estar siempre impecable y perfecto. Era muy vanidoso y tenía trajes con pantalones muy finos. Crecí con él contándome porqué la moda era tan importante y con mi mamá entre botones. El plan era acompañarla al centro a comprar telas”, narra.
Todo ello la llevó a convertir la moda en su lugar seguro. Aunque en nuestro país había opciones limitadas para las personas gordas, quienes no tenían derecho a soñar, ni mucho menos combinar y encontrar su estilo.
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Fatpandora, una mujer inspiradora
Desde sus redes sociales, eventos y su propia marca de ropa, Adriana ha defendido el derecho a vestir, mostrarse y expresarse sin pedir permiso, cuestionando los cánones de belleza que históricamente han excluido a miles de mujeres.
Lucha con sus propios demonios, que la acompañan desde la infancia y que la llevaron a someterse a una cirugía bariátrica. “Cuando perdí todo ese peso, me miré al espejo y estaba tan triste porque estaba calva, me dije: ¿de esto se trata, de venir al mundo a hacer todo lo que pueda para ocupar menos espacio?”. Allí cobró sentido la idea de que no tenemos que hacernos pequeñas para encajar donde no cabe todo nuestro potencial. Se trata de ocupar el espacio que somos y que merecemos.
Adriana se ha dedicado a retar a la industria de la moda, a vestir con estilo y a hablar por y para aquellas mujeres de talla grande que están trabajando por encontrarlo.
Desafía los discursos de odio con inteligencia, humor, conocimiento y sobre todo responsabilidad y respeto. Tiene una audiencia que la sigue más allá de las redes. Desde las plataformas digitales cuestiona la gordofobia, visibiliza la diversidad corporal y construye un discurso de valor para su comunidad.

Santander: tierra de contrastes
Hablar del cuerpo en Santander no es menor. “Es una sociedad machista, que gira en torno a la comida, con porciones grandes y celebraciones familiares muy ligadas a lo gastronómico. Pero, al mismo tiempo, se nos fiscaliza mucho a las mujeres por nuestro cuerpo”, explica.
Adriana reconoce que existen violencias normalizadas, comentarios que se lanzan sin malicia aparente, pero que van calando desde la niñez. “Frases como ‘no coma tanto que se va a engordar’ o ‘a los gordos solo los quiere la mamá’ hacen muchísimo daño”.
Por eso, su mensaje a las niñas y mujeres de Santander es claro: “entendamos que los cuerpos son diversos. Que no hay un solo molde de belleza. Que lo que nos hace valiosas no es la talla del pantalón, sino lo que somos capaces de construir desde adentro”. Le puede interesar: Carolina Velandia: una empresaria santandereana que vive con propósito
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Una persona gorda no es una “persona fallida”. Una persona que mide el valor de otra por su peso, sí falló como ser humano.

Adriana, una verdadera ‘Díscola’
Adriana enfocó sus estudios en sus pasiones. Es mercadóloga y publicista. Sus prácticas universitarias empezaron a acercarla a su sueño. Llegó a formar parte del equipo de Flash Fashion, el programa de moda del canal de televisión NTN24.
En 2012, aprovechando la llegada de los blogs abrió el suyo: fatpandora.com., donde declaró: “desde que era pequeña la moda me ha invadido hasta los huesos”.
En 2016 era editora web de la revista Infashion, pero nunca dejó de trabajar en ella, en su amor propio. Hoy es una marca que se acerca a muchas mujeres, para entre todas hacer más ameno el camino.
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Hace 15 años se mudó a Bogotá, a una casa que hoy está llena de “Úrsulas”, el personaje que apareció en su vida a los seis años. “El único referente gordo que había en Disney era la villana de La Sirenita y así me decían: la bruja, la gorda, la mala”. Hoy, como una mujer que se impone sus propias reglas, la ha resignificado. Aquello que de niña la lastimaba, hoy la hace más fuerte.
En noviembre de 2024 hizo realidad su sueño: Díscola. Una marca de tallas reales, sin trampas, en donde el único objetivo es: “hacer las paces con la moda, con la idea de que podemos vestirnos como nos gusta, de que nuestro cuerpo no está mal. Merecemos disfrutar de nuestro cuerpo sin importar cuántos centímetros tenemos de cadera”. Además: Nora Loza: una vida forjada en cuero, creatividad y compromiso
Fatpandora: más de 200 mil realidades
Adriana ha logrado crear una red de apoyo. Mujeres que se encuentran en sus palabras, que se reconcilian con su imagen y que comienzan a habitar su cuerpo desde el orgullo. “Las redes sociales tienen que usarse con responsabilidad. Uno no puede burlarse del dolor ajeno ni hacer humor con cuerpos que no son el suyo”, ha dicho en múltiples espacios.
Con esta comunidad, que supera los 200 mil seguidores en Instagram y los 193 mil en Tiktok, comparte gran parte de su vida, incluso hace poco aprovechó para celebrar su cumpleaños 38 con una publicación muy emotiva. Recordando a la “chiquita” que jugaba con maniquíes y disfrutaba de la moda mientras atravesaba por la incertidumbre de descubrir quién era y a dónde llegaría. “Esa niña estaría muy orgullosa de lo que soy hoy”, afirma.















